jueves, 19 de mayo de 2011

Tantos años de pasividad... tenía que acabarse... Por fin usamos nuestra inteligencia.

Con una vida tan cómoda en este Estado del Bienestar; empresas, bancos y gobernantes no esperaban que la inteligencia humana sobrepasara sus torpes intentos de escondernos la realidad con el consumismo y las modas y las estupideces que nos bombardean cada día en los medios de comunicación.
Y es que, afortunadamente, el pueblo se está dando cuenta de que juntos podemos conseguir una sociedad más justa e igualitaria, ya que por suerte o por desgracia, a veces nos sentimos capaces de hacerlo todo y dentro de ese todo están los sueños de un mundo mejor.
He encontrado en IDEAL.ES una noticia relacionada con esto, con la gran sorpresa que se han encontrado los partidos políticos a pocos días de las elecciones:
Una ola de democracia real ahoga la campaña
Los partidos se ven desbordados por movilizaciones ciudadanas de descontentos que se multiplican cada día
19.05.11 - 20:34 - MAGIS IGLESIAS
Los partidos políticos gastaron puñados de euros en una campaña electoral que resultó aburrida y anodina. Los líderes -candidatos o no- vociferaban en los mítines, estrechaban manos y besaban a señoras y niños, como siempre. El debate político, de precaria profundidad, se centraba en acusaciones mutuas de los dos grandes (PP-PSOE). Los pequeños (IU, UPyD) se desgañitaban por pillar hueco en los medios de comunicación, con un éxito perfectamente descriptible.
Cuando la quincena electoral enfilaba su recta final y parecía que todo el pescado estaba vendido, la marea del descontento ciudadano llegó a su límite en la contemplación pasiva de un debate político inane. Un puñado de jóvenes airados, armados por Twitter con una catarata de mensajes contestatarios, provocó una ola de movilizaciones en las principales capitales españolas que culminó con acampadas y aumentó con el paso del tiempo. Los mítines pasaron a un segundo plano y la Junta Electoral tuvo que intervenir.
¡Sorpresa, sorpresa! Los partidos políticos se quedaron estupefactos. Tanto tiempo extrañados de la benévola paz social de los españoles y, de repente en el ecuador de la campaña, una chispa de algoritmos prendió la mecha de revueltas populares heterogéneas en medio centenar de ciudades. La divisa de los descontentos, el domingo 15 de mayo, era una reclamación de #democraciarealya. El movimiento tuvo su origen en un puñado de adelantados que desde hace semanas clamaban en las redes sociales por una posición política contra el bipartidismo bajo el lema #nolesvotes.
Si en sus principios estuvo inspirado en el rechazo a socialistas y populares por sus pecados frente a la corrupción y la crisis económica, en las postrimerías de la campaña quedó convertido en una mezcla desigual de jóvenes, no tan jóvenes, mayores y pensionistas en busca de un mundo mejor. Todos, enfadados con la adaptación contemporánea del sistema político, que consideran moldeado por los dos grandes partidos a su antojo y de acuerdo con sus intereses particulares, pero de espaldas al pueblo.
Su programa político es «ninguno», sus propuestas son utópicas -una carta a los reyes magos- y la referencia con la que justifican sus demandas es la Constitución. Portavoces espontáneos utilizan una dialéctica claramente de izquierdas pero coinciden con muchas de las denuncias formuladas por la derecha contra el gobierno socialista y las de IU contra todos. A partir de estos límites locales, en coincidencia con la inspiración del panfleto francés ‘Indignaos’, el clamor se extiende contra el sistema económico mundial y los abusos de sus terminales financieras, políticas y mediáticas. Los jóvenes irrumpieron en la campaña y demostraron que no han perdido el idealismo propio de la edad y que no son esa masa amorfa de ‘ni-nis’ indiferentes que muchos pensaban. Con casi la mitad de españoles menores de 25 años en paro, lo mínimo que cabía esperar era que el descontento hiciera explosión y se contagiara a otros damnificados de diversas edades, ideologías y situaciones laborales. Como casi siempre ha ocurrido a lo largo de la historia, la penuria del bolsillo despertó otras ansias nobles de cambio a una vida mejor, más igualitaria, honesta y democrática.
Enredados en sus campañas tradicionales y con escasa incidencia de sus ciberterminales, los partidos políticos se quedaron de piedra, sin saber cómo reaccionar y confiados en que se tratara de un acontecimiento efímero. La violencia de los infiltrados en Madrid, tras la primera movilización, les permitió acusar a los manifestantes de acoger elementos ‘antisistema’, ‘perroflautas’ y otras lindezas. Pero la #spanishrevolution -como dijo en su portada el ‘Washington Post’- parecía imparable. Superado el primer momento de estupor, ahora todos los partidos pretenden subirse al carro de las protestas.
Pero la Junta Electoral intervino para decidir sobre la legalidad de las concentraciones con un proceso electoral en marcha. Ante la primera prohibición y como la ola cuando se retira para romper con más fuerza, la masa de indignados regresó a ocupar el mismo lugar y con mayor peso. Entonces, Zapatero les pidió el voto y Rajoy ofreció un plan de choque contra el desempleo juvenil a cambio de que apostaran por derribar al gobierno socialista. IU asumió todas las protestas y Cayo Lara se acercó a la Puerta del Sol.
Además de la explosión que supuso la aplicación de las nuevas tecnologías a las movilizaciones ciudadanas, esta campaña electoral vivió otro acontecimiento singular que superó los discursos partidistas. El ejemplo de unidad que ofrecieron PP y PSOE y la coordinación de que hicieron gala todas las administraciones para responder con solidaridad al terremoto de Murcia fue el mejor modelo de actuación política. Ante la catástrofe, quedó demostrado que el sistema funciona a la perfección si existe voluntad política.
A dos días de que se abran las urnas, nadie se para a discutir las consignas de los partidos, sus disputas por endosarse mutuamente la crisis, la burbuja inmobiliaria y el paro. Desde luego, muy pocos están pendientes de elegir alcalde y, en ciertos casos, presidente autonómico. Pero todo el mundo se pregunta cómo se traducirá en las urnas la #democraciaya el domingo.
Rocío Lara Osuna

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